En paseo Puente 801está la que quizá sea la mejor empanada de queso del universo conocido. Si no la ha probado aún, ¡partió! Y apúrese, que se agotan. Si no llega a tiempo, puede consolarse con las pastas que un verdadero nonno genovés nos trajo de su patria hace 90 años.

Por Emilio Antilef

En San Pablo con Puente, hay una esquina que tiene mucho de historia y de la resistencia de un Santiago que se niega a morir. En sus letreros dice “Emporio Zunino” y, como picada, siempre luce repleta, cariñosa y amable con todo ciudadano. Perfecto para republicanos en buscan de calidad, precio y sabor en una gama de comistrajos que tienen mucho de Italia, pero también harto de Chilito y de Mapocho. Se trata de una zona de almuerzos bien sudados pero de satisfacción garantizada a la hora de pensar en ravioles, espaguetis de espinaca, pizzas y, por sobre todo: su majestad la empanada, en formato de rey o reina, o sea, de pino o de queso.

 

The Queen.

Y ojo, que las de queso son de aquello que llaman hojaldre, lo que hace que la masa tenga una delicadeza que el queso corona jugosamente y que, de hecho, la empina en precio sobre la exquisitez de la de pino. Pese a esa diferencia, la empanada reina es popular. Tanto así que, si pretende probarla, debe apurarse en su llegada porque muy pronto puede encontrar el letrero que condenadamente dice: AGOTADAS LAS DE QUESO.

Pero lo que sea que usted coma en el Zunino, tiene la garantía de 90 años de vida heredados de un nonno italiano que puso de todo en sus estantes. Con el tiempo, el menú se fue acotando hasta llegar a su estado actual, que, en sentido estricto, no tiene tanto de guachaca. Lo que aquí hay se ajusta más plenamente al término “delicatessen”.

El detalle guachacazo es que hay que comer de pie. Sin excepción. Aquí no caben ni las reservas ni los pitutos y la barra es lo que manda. A cambio, se obtiene la rapidez y el indeclinable e inigualable sabor que han mantenido los herederos del nonno Zunino. Y lo que no pruebe aquí se lo puede llevar a la casa, como esa pasta casera que solo los italianos conocen en secreto y que en este mismo rincón se vende desde el año 1930.

El local muestra su historia con fotos y recuerdos varios y sus empleados lucen un estilo de atención casi militar, al pie del cañón y de las aglomeraciones que se toman el lugar a la hora de almuerzo, con colas y todo. Los olores de pizzas, masas y pino se confunden con el perfume que trae cada persona que cruza sus puertas.

Ideal para esos almuerzos rápidos en que se necesita llenar bien el estómago para reponer energías, o también más de alguna caña, el local sigue siendo un referente para el simple goce del paladar. Ese goce se puede alcanzar en el Zunino, en sus productos estrella, en medio de todo el ritmo del griterío ambulante de calle Puente y los aromas a puerto de su vecino Mercado Central. De la comida para llevar, incomparables son sus espaguetis de espinaca, que destacan tanto como su queso exclusivamente rallado, en este emporio que mantiene el liderazgo entre las alternativas matahambre de la capital.

Tatúese esta dirección: Puente 801.

El nonno fundador, Sebastián Zunino, y sus hermanos trajeron su estilo y arte desde la misma Génova donde nació Colón y aquí se hicieron la América en las calles céntricas nuestras, impresionando al guachaca y al refinado, a aquellos que aún llenan el local que, aunque no sea recomendable para citas románticas ni comida a la carta, sí deja ricos sabores, atención sobria y pedidos servidos altiro para compipas de todas las edades.