No sin un dejo de cursilería, a algunos políticos les ha dado por llamar a la Constitución Política de la República “la casa de todos”. O al menos eso es lo que debería ser una constitución política, dicen: una casa donde todos quepan.

Pues bien, los creativos de la campaña de RN por el “rechazo” en el próximo plebiscito del 26 de abril eligieron esta manoseada metáfora como idea central de su primer sketch propagandístico. ¿Ya lo vieron?

En la pieza publicitaria, una actriz que interpreta a una “Señora Juanita” joven y un maestro chasquilla conversan frente a un chalet de ladrillo princesa. Ella quiere arreglarlo porque la cocina se le llueve, el wáter se le rebalsa y adentro viven medio hacinados. Pero Faúndez se niega a hacer arreglos; su sugerencia es demoler toda la casa. Juanita queda pa’ dentro. ¿Para qué echarla abajo, si hay cosas que funcionan súper bien?, retruca. Sin embargo, el porfiado maestro insiste en demoler. La moraleja de la que este cuento pretende convencernos es que es más fácil y rápido arreglar una cuestión que solucionarla de raíz. O sea, ¡qué vivan las soluciones parche, el Poxipol y el alambrito multiuso!

No se puede negar que la propuesta de Renovación Nacional está bien arraigada en la tradición chilena de parchar, parchar y parchar, cruzando los dedos para que, cuando finalmente se derrumbe el techo, sea otro el que esté abajo.

Pero, más allá de esa apelación al Chilean way, hay algo engañoso en este melodrama albañil. Se podría decir que está construido sobre “falsos cimientos”, para seguir en la onda, porque no plantea la verdadera disyuntiva frente a la cual el electorado chileno deberá pronunciarse el 26 de abril. Ese día no vamos a decidir entre demoler o no demoler. La real encrucijada es entre no tener alternativas y tener dos opciones.

Me explico. Si gana el rechazo, nos quedamos con la misma constitución y punto.

Si gana el apruebo, una convención (constituyente o mixta) redactará un texto y luego, en un segundo plebiscito, podremos elegir entre esa nueva constitución y la vieja.

Traducido a lenguaje Sodimac, es como si a uno le preguntaran: ¿Quiere quedarse con la casa donde vive sin tener más opciones o prefiere poder elegir entre aquella y una nueva que le vamos a presentar en poco tiempo más? Cuando esté lista, usted podrá recorrer las habitaciones, pasearse por el jardín, probar la cadena, compararla con su viejo chalet, y de ahí decidir con cuál se queda.

Dicho así, habría que ser bien gil para negarse a tener opciones, ¿o no?

Claro, para que esté lista la nueva casa tendrá que transcurrir un año y medio más. Pero ¿alguien en su sano juicio renunciaría a la posibilidad de elegir entre dos casas solo para no tener que aguantarse otros 18 meses, después de 40 años de espera?

Si los muchachos de RN tanto le quieren hacer arreglos a la actual casa, adelante (dicho sea de paso: resulta extraño que se hayan negado durante décadas a hacerlos y ahora les baje la desesperación). Nadie les impide que los hagan mañana o mientras se escriba la segunda propuesta. Mejor así: vamos a poder elegir entre una casa renovada y una nuevecita.

Pero ¿negarse a la posibilidad de elegir? Habría que ser bien hueón.