Por el licenciado Pato de la Peña

Esta temporada estival, los mejores chistes no llevan la firma de los humoristas pifiados en los escenarios festivaleros. No, señores, son autoría del creativo Comando por el Rechazo a la Nueva Constitución. Ya nos hicieron reír con su sketch sobre la señora que quiere remozar el chalet. Ahora lanzaron una pieza audiovisual sobre dos compipas esperando micro. El más lolein se dirige a la villa “Educación de Calidad” y no tiene que esperar ni tres segundos porque al tiro llega el bus “reforma-express” que lo conducirá a su utópico destino. En cambio, el otro compebre se queda solito al aguaite de la micro Nueva Constitución, que recién pasará en dos años más.  

La moraleja es que no es necesario escribir una constitución desde cero para arribar a buen puerto si se pueden hacer reformitas rápidas ahora ya.

¡Qué buena talla! Los autores de este drama del transporte interurbano hacen gala de una ironía exquisita, porque todos sabemos que los mismos que ahora dicen estar ansiosos por reformar la Constitución, durante 40 años se opusieron a cambiarle siquiera una coma.

Además, plantean una falsa disyuntiva: hacemos las reformas hoy o esperamos dos años. No pues. Si gana el apruebo, nada les impedirá a estos cabros impulsar los cambios más urgentes en el Congreso, mientras una convención constituyente redacta la nueva carta fundamental. De hecho, muchos de los cambios más urgentes no son necesariamente constitucionales.  

Pero, más allá de eso, cabe preguntar cuáles son las reformas que el Comando del No (otra ironía) está dispuesto a hacer de manera express. Tomemos el caso del agua.

Una de las cosas que han prometido los “rechacistas” es incluir el “derecho humano al agua» a la actual constitución. ¿Qué diantres es esa cuestión? ¿Y qué impacto tendría agregar una cosa así? ¿Vamos a tener derecho a exigir un vale por una botella de Cachantún de medio litro? ¿Con o sin gas?

Cabe recordar que la Constitución del 80 asegura el derecho a vivir en un ambiente libre de contaminación. ¡Otro excelente chiste! La mayoría de los chilenos vivimos en las ciudades más contaminadas del mundo, y eso sin hablar de las zonas de sacrificio. O sea, pura letra muerta.  

Un cambio real en el tema del agua sería modificar su estructura de propiedad. El Código de Aguas de 1981 estableció derechos de uso que fueron repartidos entre privados que actualmente no pagan ni un peso por ellos, pese a que pueden ganar su buena platita vendiéndolos o arrendándolos. Y no se les pueden quitar aunque todos nos muramos de sed porque la actual Constitución dice: “Los derechos de los particulares sobre las aguas, reconocidos o constituidos en conformidad a la ley, otorgarán a sus titulares la propiedad sobre ellos”.

Hace unas semanas, intentaron remediar esta injusticia en el Congreso, tramitando un proyecto de ley que consagra constitucionalmente el carácter de las aguas como bienes nacionales de uso público. Se establecía que las concesiones a particulares serían siempre temporales y circunscritas a fines específicos, pudiendo estar sujetas al pago de patentes o tasas. Lamentablemente, en el Senado el proyecto no alcanzó el altísimo quórum que requería su aprobación: 24 senadores votaron a favor y 12 en contra. ¿Adivinen quiénes se opusieron? En su gran mayoría, los mismos que proponen hacer reformas a la rápida, entre ellas, incluir el sacrosanto “Derecho Humano al Agua”.

Al parecer, los cambios constitucionales que tienen en mente estos cabros se parecen más a esas viejas micros amarillas que pintaron de verde a comienzos del Transantiago, ¿se acuerdan?

Esperamos ansiosos por el próximo chiste que nos presenten los muchachos del No. Su sentido del humor es inigualable.