Por Emilio Antilef

De acuerdo, el día de la madre ya fue. Pero para qué estamos con cosas, esta vez la celebración tuvo algo de dulce y amargo para toditos. Con todas las restricciones habidas y por haber, hubo que echar mano de toda la delirante tecnología entre nosotros para acompañar a esas madres de todas las edades y aun así queda un gusto a poco. Mayo podrá ser el mes del mar, pero en el ideario sentimental de todos, guachacas o no, brilla ese día de la madre que antes se celebraba religiosamente cada 10, cayera festivo o no. Hoy los publicistas y su magia lograron que la celebración quedara en el segundo domingo de mayo que se nos escapó.

No vamos a ahondar en las virtudes que todos reconocemos en la figura de la madre. Sería muy pretencioso redundar en versos de toda especie. Pero no es lo que queremos discutir aquí. Lo que sí intentamos es asumir el rol de catadores de buena música y, en ese afán, nos damos cuenta de que casi todo cantante que se precie de masivo, desde Pavarotti hasta Lennon, pasando por Cecilia y Dj Mendez, Julio y Camilo, Los Chalchaleros y Lucho Barrios, tienen por ahí su canción tributo a este personaje ángel en la tierra que son nuestras mamás.

Ni el corazón más duro puede quedar indiferente a esas melodías que hoy día queremos revolver y dejar como guía de futuras celebraciones, una selección de clásicos dedicados a ellas, pero con algo de sabor guachaca.

1.- MAMÁ, UN LINDO SUEÑO TUVE AYER: Desde la década del 60, un niñito francés dejó grabada a sangre y fuego esta canción dulce y algo ingenua. El detalle guachaca se da especialmente en el hecho de que la canción ha sido tocada como bombo en fiesta y la cantaron niñitos en la tele de antaño, por millones, transformada casi en un cliché. Pero el tiempo la ha visto envejecer bien en muchas versiones de madurones de la talla de un Nicola Di Bari o Antonio Prieto, que rematan el tema con aquello de “un niño siempre quiero ser y quedarme junto a ti”. Una exageración que, en las gargantas de los intérpretes, suena casi a una promesa de borrachera.

2.- MADRE: Camilo Sesto dejó esta sentida canción incrustada en la memoria colectiva. Meloso y sensual como siempre don Camilo, puede que haya hecho una una obra cuasi infantil, pero se le sale ese detalle guachaca de reconocer al Edipo que los machos llevan consigo y que los impele a buscar una pareja con las mismas características de su madre, condenando su deseo con aquello de “como tú no hay nadie”. Una dura conclusión que transforma el tema en una obra digna de psicoanálisis y sinceridad guachaca.

3.- A LA SOMBRA DE MI MAMÁ:  Fue Leo Dan el que, con esa voz tan particular, de erres raramente pronunciadas, nos dejó este clásico que generalmente exige ser cantada con unos litros de tinto en el cuerpo para sentir este homenaje a la madre humilde de rancho con la intensidad que merece. Leo además se va al lado más fatalista y funerario, muy ad hoc en estos días de riesgo, al cantar, al borde del lloriqueo, el deseo de un guachaca mamón de que la mamá “no se muera”.

4.- MAMMA MIA: En voz femenina llega este clásico del pop internacional cantado por las suecas de ABBA, del gusto total de galerías y plateas, que en los setenta sonó por radios AM y FM. El hit bien puede ser para discoteca fina y la letra hablar de una decepción amorosa, pero si nos tomamos el coro literalmente, encontramos la hilacha guachaca en la clásica actitud de los niñitos rebeldes que le cobran una yayita a la madre, pero que no la pueden dejar aunque la progenitora poco menos que les haya arruinado la vida. Algo muy típico en las familias disfuncionales donde abundan esas sufridas madres.

5.- MAMÁ, SI ME PUDIERAS VER: Esta bella canción del gran Adamo es un clásico que no muere y que representa no solo al guachaca, sino que al hijo que ya se excede de atorrante. Se trata de una tremenda lamentación del hijo al que la vida no le dio éxito y se siente perdedor. ¿Y adónde acude a contarlo? A su madre, a quien insiste que lo vea en su fracaso. Pese a todo el peso de su tragedia, la canción termina con optimismo y la promesa de tener un as guardado, como buen guachaca que sabe revertir sus caídas.