Así como las películas donde mueren perritos nos destrozan el ánimo, las buenas noticias protagonizadas por estos fieles animales nos calientan el alma, sobre todo en momentos difíciles como estos.

Es el caso de la aventura que vivió un valiente quiltro chorero. Su historia es tan inspiradora que nos atrevemos a proponerlo como el perro símbolo de la pandemia.

El lunes 29 de junio en la tarde, luego de haber realizado el relevo de infantes que apoyan el cordón sanitario en Chiloé, la barcaza Chacabuco de la Armada estaba retornando a su puerto base en Talcahuano, cuando uno de los marinos avistó algo raro cerca del Faro Belén, a dos kilómetros del muelle: un perrito nadaba en mitad de la bahía. ¡Cáchense la vista del cabo segundo Felipe Yuivar! El mar estaba revuelto, caía lluvia a baldes, el viento arreciaba, y así y todo Pipe lo vio desde el puente de mando. No lo pensaron dos veces los cabros de la barcaza, tenían que rescatarlo. De inmediato, bajaron un bote de goma con personal a bordo y, tras pocos minutos, lograron embarcar al sufrido animal en el buque. Tras recibirlo, se pelearon por cuidarlo y hacerle cariño. Lo bañaron con agua dulce y tibia, lo abrigaron más que a hijo único de probeta para que dejara de tiritar y, ya más recuperado, lo atiborraron de comida. El martes lo vio un veterinario, “constatando que las medidas iniciales que tomamos fueron las correctas y que él está mejorando», comenta chocho el capitán Federico Cavada. Solo le diagnosticaron fatiga muscular, de tanto patalear.

¿Qué hacía un perro nadando mar adentro? No está claro. Quizá se cayó de un bote o un olón lo arrastró. Pero a los tripulantes de la Chacabuco eso les da lo mismo. No dejaban de repetir: “Capitán, ¿podemos quedarnos con el perrito? ¿Podemos quedárnoslo, porfis? Diga que sí, capitán. No sea maldito”. Pero Cavada no daba su brazo a torcer: primero debían agotar todas las instancias para saber si el quilterrier tenía dueño. No contaba con chip, así que los marinos quedaron a la espera de que alguien lo reclamara, seguramente cruzando los dedos para que eso no ocurriera. Tuvieron suerte, porque nadie se apareció y el capitán finalmente les dio permiso para integrarlo a la tripulación.

Hoy ya es un chacabucano más y le están preparando el bautizo de rigor, que consiste en cruzar a nado la bahía de Talcahuano. No, es broma. A este perro probablemente lo van a cuidar más que a hueso santo. Ah, y ya tiene nombre: Canopus, tal como se llama uno de los personajes del griego Homero, el piloto del barco del rey Menelao.