La Reina Esperanza (al centro) con una de sus vecinas y un representante del Comité de Coronación Guachaco-Costino. Silvita estaba enclaustrada debido a que se contagió de Covid.

 

La Realeza Guachaca se está internacionalizando. Ya teníamos a Borghi y ahora integramos a dos nuevas reinas provenientes de países cercanos, pero que han hecho de Chile su hogar: Silvia Vargas, original de Bolivia, y Esperanza Mosquera, venida de Colombia.

Debemos agradecer sus investiduras a los Guachacas de Copiapó, quienes las conocieron realizando las actividades solidarias que los caracterizan. Las monarcas viven en el campamento Buena Vista junto a más de 70 familias, muchas de ellas inmigrantes y con caleta de niños, sobre los que antes eran los faldeos agrestes de un cerro seco. Las dos se han destacado por su liderazgo y generosidad, siempre preocupadas por cubrir las necesidades de todos los vecinos e incluso de los habitantes de otros campamentos.  Desde que se propagó el maldito virus, la pista se les ha puesto cuesta arriba, pero eso no ha impedido que sigan aportando.

Buena Vista, un campamento que brota en medio de la aridez.

 

LA REINA SILVIA

Está por cumplir siete años en Chile. Se vino a Copiapó pensando que allá la pega sobraba en el sector agrícola, pero al llegar cachó que la cosa no era tan Jaujarana. La verdad es que le costó abrirse camino sin carné. Busquilla, trabajó de garzona, mucama en un hotel y finalmente como cajera administrativa en Ariztía. Las cosas estaban mejorando, así que se trajo a sus dos hijos, un niño y una niña, y empezó a ahorrar para la vivienda. Sin embargo, hace nueve meses debió renunciar a su puesto en Ariztía y desde entonces ha vivido de su finiquito y de la platita acumulada para la casa. Más encima llegó la pandemia. Cuento corto, como no pudo seguir pagando arriendo, tuvo que irse de allegada un par de meses, hasta que escuchó de la toma en Buena Vista.

Primero, un grupo de personas había armado un campamento sobre una piscina decantadora, pero como las sacaron de ahí, decidieron subir al cerro, donde demarcaron 86 terrenos.

“Estuve durmiendo en carpa hasta que algunos vecinos me fueron ayudando a parar mi casita poco a poco y, el 6 de febrero de este año, llegué a habitarla. No fue fácil, más por mis hijos, pero ahora estamos con ganas de seguir luchando”, cuenta ella.

Meses antes, en noviembre, los vecinos la habían elegido presidenta de la mesa directiva del campamento. Su primera medida fue trazar calles de 10 metros de ancho. El siguiente objetivo más apremiante era contar con electricidad, cosa que se hizo realidad en marzo. La pandemia no ha mermado su ajetreo de presidenta, como narra la propia Majestad: “Continué en la lucha y, sin cerrar las puertas, empecé la gestión para el agua. Actualmente contamos con dos estanques y se recoge de basura gracias a la campaña Campamento Sano, Limpio y Seguro. Y aún estoy con ganas de seguir adelante porque queda mucho por hacer”. Lamentablemente, su arrojo le pasó la cuenta: se contagió de Covid.

LA REINA ESPERANZA

Llegó a Chile con uno de sus hijos a comienzos de 2016, a la siga de otro retoño y de su nietecito, quienes se habían venido antes. Les gustó el país. Cómo no, si al principio vivieron en La Serena y después en la soleada Copiapó, donde finalmente echaron raíces. Logró mantener a su familia ejerciendo su oficio de costurera y aseando casas. Hoy sus hijos ya son grandotes y tienen sus propias familias. En teoría, Esperanza está solita (su esposo vino únicamente por un tiempo desde Colombia), pero en la práctica tiene a todas las familias de Buena Vista haciéndole compañía. Ella se integró a esta toma recién en noviembre del año pasado y ya se ha hecho amiga de medio mundo. Todos la conocen y la quieren por el trabajo social que hace. Con el apoyo de la Iglesia Adventista, organiza una olla común semanal. También da almuerzo a un vecino con discapacidad que se quedó solo y coordina a las demás familias para que no le falte nada.

La Reina Esperanza con dos vecinas amiguis.

 

LA CORONACIÓN

Los Guachacas copiapinos comenzaron a realizar actividades en apoyo del campamento Buena Vista hace unos meses. Les han llevado agua y víveres en forma periódica, y así conocieron a esta gran dupla. Cacharon al tiro que debíamos ser sus súbditos. La semana pasada, un grupo de guachacas encabezados por Rossana y Carlos Ávalos partió junto a representantes de la Hermandad de la Costa y de BancoEstado a coronarlas. Como no querían que el magno acontecimiento pasara piola, llevaron parlantes, globos, dulces para los brocacochis y cositas útiles para los vecinos.

Descargando todo lo que son insumos para la entronización de Esperanza.

 

Por desgracia, no le pudieron poner la corona a Silvia, ya que seguía aislada por esto del Covid; su coronación quedó pendiente, pero el pueblo guachaca ya la considera su reina. Esperanza sí fue coronada, aunque, coqueta ella, hubo que perseguirla, como se aprecia en el video.