Cachirupi: Locutor, payador, consejero y paladín

Cachirupi: Locutor, payador, consejero y paladín

Hay una voz en el dial que se ha mantenido por casi cuarenta años transmitiendo en su onda. Y con mucho verso. También mucha palabra bonachona y consejos para el corazón y el ánimo. El hombre hizo suya la bandera de la empatía y la hace flamear sin pudor ni medias tintas. Así lo viene haciendo por décadas, haciendo sonar su voz de lujo y de saludable timbre en distintas radios desde donde late el corazón del río Biobío.

Por sus recuerdos y la sabiduría que otorgan la vida y sus vueltas, exilio incluido, es toda una autoridad este señor dotado de una descomunal liviandad para decir las cosas, contar su historia y dejar una palabra perdurable que acompaña y hace de la chacota una ceremonia ritual. Complementa sus sacramentos con una guitarra y una inspiración quizá divina para escribir en payas y declamarlas en sus programas de radio. Juan Antonio Rojas dice su partida de nacimiento y se puede afirmar que nació amigo del micrófono y el parlante hace setenta años. Pero también con el verso en la boca en las artes de la poesía del pueblo, esa que no está en las bibliotecas, sino en la mesa, esa de tabla guachaca y republicana. Su estrellato radial lo emprendió rebautizado como “Cachirupi”, un pájaro trasandino que se caracterizaba por ser “chacotero y cantor”, algo que lo identifica totalmente. Aunque sea un tremendo orador con reflexiones profundas y solidaridad de la buena, conoce la nota perfecta para cambiar el switch, reírse y chacotear de lo lindo y de lo feo también. De la tragedia hace un chiste y del dolor, una esperanza. Incluso cuando los males le tocan la puerta, como sucede con el cáncer al que hoy le hace collera con éxito, para alegría de quienes lo escuchan devotamente.

Y es que no exageramos cuando recurrimos a la palabra “devoción” para definir la forma en que el respetable auditor sigue a Cachirupi. Su obra exhibe un ejemplo vivo en esto de alegrar las tristezas: una de las presentaciones clave de su repertorio tiene que ver con versos para el Señor de Mayo, pero no para el lloriqueo, si no que para el goce. Entonces, Cachirupi, más que locutor, es un artista, una voz y un consejero. Escucharlo es casi volver a los tiempos gloriosos del AM, cuando la radio se hacía presente con una calidez que hoy está en franca retirada. Sin embargo, el arte no para desde la radio Punto Siete y Rojas lo domina con precisión de maestro.

—¿De dónde viene el arte de Cachirupi?

—Principalmente del goce de valorar lo que trae la poesía popular o paya y, por otro lado, de la fascinación por la música latinoamericana, esa con historias en sus letras, con vivencia de gente de la tierra. Al estilo de Los Chalchaleros, Los Fronterizos, Zitarrosa, Violeta Parra, el neofolklore de los 60 y 70. Ni que hablar de la influencia que me aportó Quelentaro, con quienes tuve la oportunidad de compartir cercanamente en un evento que produjimos en los años 80.

—¿Esa poesía sobrevive bien en estos tiempos?

—Mientras tengamos entusiasmo o haya quienes trabajan por valorar la raíz de la identidad y rescatarla del olvido, podremos hablar de lo que es nuestro. Nos dará material para darle homenaje, para manifestar cariño, pero con el ánimo de ser un agrado al oído. De hecho, al rescatar lo del Cristo de Mayo, también trabajamos con esa sensación de terremoto a la que ya estamos acostumbrados. ¡Si hasta estos tiempos parecen un terremoto! Y lo acompañamos, pues.

¿Lo acompaña con algún arreglito?

—Pero ¡claro que hay que darle su toque! He vivido empeñándome con dar el condimento y el aliño para acompañar las ollas, las conversas, las soledades. Se trata de sobrevivir con arte y risa a la tragedia. Aquí no le hacemos el quite al problema ni a lo que nos indigna, pero nosotros le ponemos el aliño que aprecia el que no sale de su casa, la gente que está muy sola y también esas familias enteras que viven en una casa de 50 metros y en el comedor brilla una radio.

—¿Se nota más eso en tiempos de pandemia?

—Definitivamente la gente lo agradece mucho. Me dicen:  “tú eres mi sicólogo, me río todas las mañanas”. Uno siente que algo alegra el día en un mundo donde nos estamos acostumbrados a la crítica, el golpe bajo. Mi intención sigue siendo crear el puente antes que echarlo abajo.

—Vivimos un tiempo donde mucho se viene abajo, ¿no cree?

—Así es. Imagine cómo se acelera el cierre de locales en estos días. Aquí también, en Coronel y toda la zona, había una bohemia imperdible muy fuerte que ahora ya no está. Como “El Castillo”, donde a la hora que uno fuera encontraba el caldillo de congrio, donde hacíamos las tremendas juntas con payadores connotados. O “La picá de Pedro”, que también ya es un recuerdo en estos días temibles. Pero es que la modernidad mata todo. Y ante esa amenaza de muerte, la lucha uno la da con este trabajo que trasciende parlantes y años.

¿Cuáles son las predicciones de Cachirupi ante los años por venir?

—Creo que vamos a salir de estas muy fortalecidos, con la gente consciente de para dónde va la góndola. Hemos aprendido que no todas las micros nos sirven y eso va a crear caminos mejores. Ahora hay tanta gente contenida y ahogada por la plata y los cordones sanitarios, el permiso y el toque de queda, así que el destape que se nos viene va a ser más fuerte que el de Franco en España. ¡Afírmense todos!

Como estamos en el mes del mar, los dejamos un clásico de Cachirupi: su discurso del 21 de mayo.