Por Charlie

Una cosa es la falta de originalidad y otra, la frescura idiomática, alega nuestro columnista político, quien por ningún motivo quiere ser asociado al grupo que lidera el rucio platinado.

 

Hace unos días, en el club de cacho, un amigo me tiró una talla que no entendí en ese momento y en la que tampoco quise ahondar, así que la dejé pasar. Me dijo: “Oye, ¿desde cuándo los guachacas se pusieron fachos?”

Pensé que la cosa iba a quedar ahí, pero poco tiempo después otro compipa, al fragor de unas pilsen, me lanzó una puya parecida: “No sabía que ahora eran miembros del Ku Klux Clan”, dijo. Yo, no cachando nada, asumí que era el cuarto schop el que hablaba y de nuevo lo dejé pasar, aunque me quedé cachudo. ¿Será por nuestra alianza estratégica con el Ministerio de Desarrollo Social? Cómo tanto. Es cierto que este gobierno es de derecha, pero es por una buena causa, los Calzoncillos Largos pa’ Chilito, y el frío no conoce banderas.

Finalmente un tuit que leí ayer me abrió los ojos. Decía algo como: “Así que los guachacas son humildes, cariñosos y seguidores de Kast”. Ahí me cayó la teja. ¡Claro! Juan Antonio Kast (el tío, no el sobrino) inscribió hace unos meses su propio partido político en el Servicio Electoral y anda recolectando firmas para constituirse en cuatro regiones. El partido se llama nada menos que “Republicano”, así de sencillo.

Nosotros, los guachacas, no nos dedicamos precisamente a seguir los pasos de este señor, de modo que nos había pasado inadvertido el hecho. Y, a simple vista, no parece tan grave. Es un nombre nomás.

Pero si uno lo analiza por más de 5 segundos, ¡es de una patudez exorbitante!

Primero que todo, porque no es un nombre cualquiera que a este caballero se le ocurrió, como “Coca Cola”, o una combinación original de palabras, como “Democracia Equis”. No, “republicano” es un adjetivo del diccionario, de uso universal; es decir, una palabra que califica o determina a un sustantivo, como “bonito”, “feo”, “hediondo” y “telefónico”. O sea, este es un intento descarado por apropiarse de una palabra del idioma castellano que cualquiera debería poder usar sin ser asociado a un partido en particular.

Como agravante, no es cualquier adjetivo y no es cualquier persona la que quiere apropiarse de él.

“Republicano”, según la Real Academia Española, significa: “Partidario de la república como forma de organización del Estado”. Y, de acuerdo con el mismo diccionario, “república” quiere decir: “Organización del Estado cuya máxima autoridad es elegida por los ciudadanos o por el Parlamento para un período determinado. Por oposición a los gobiernos injustos, como el despotismo o la tiranía, forma de gobierno regida por el interés común, la justicia y la igualdad”.

No deja de ser curioso que quien se arrogue la potestad sobre dicha palabra sea alguien que defendió una dictadura, que no considera a todos iguales (por sus palabras, se desprende que las personas que migran son inferiores, como si los Kast fueran tan autóctonos) y en cuyas declaraciones no sea raro encontrar datos falsos, tendenciosos, sin fuente… “faic nius”, que les dicen, la nueva amenaza de la democracia en tiempos de redes antisociales.

Seguramente Kast no se pasó tantos rollos a la hora de elegir el nombre. Simplemente se lo pidió prestado al partido de su gran referente: Donald Trump, un tipo que ganó las elecciones de Estados Unidos con un discurso nacionalista, racista, machista, antiinmigrante, y además ayudado por una campaña de noticias falsas.

Sin embargo, olvida Kast que el Partido Republicano gringo alguna vez fue la tienda política de Abraham Lincoln.

En fin, tampoco es aconsejable empezar a copiarles a los gringos su forma de bautizar partidos. O sea, el otro grande se llama “Demócrata”, otra patudez idiomática.

Como sea, sin importar las tallas, los guachacas nos vamos a seguir definiendo como humildes, cariñosos y republicanos. Somos humildes porque somos felices con las cosas simples. Somos cariñosos porque somos puro sentimiento. Y somos republicanos porque nos sentimos los herederos naturales de la Revolución Francesa y de los grandes principios que la inspiraron: Libertè, Egalitè, Fraternitè.

«La Libertad guiando al pueblo», de Eugène Delacroix.

 

Por supuesto que no nos creemos dueños del concepto. Ojalá todos nos consideremos republicanos, según el significado que acuña la RAE.

Por eso, exigimos que don KKKast le cambie el nombre a su partido ahora ya. Que sea original, se esfuerce un poco e invente algo que no implique un robo lexicológico.

Estamos dispuestos a llegar a las últimas instancias, interponiendo recursos de amparo, de casación, órdenes de restricción, denuncias ante el Tribunal Constitucional, lo que sea. Incluso estamos dispuestos a acudir al VAR.

Por último, si nada nos resulta, vamos a inventar algo que a él le resulte como ají en el ano (de hecho, puede ser precisamente eso: meterse una tira de ají en el ano sin fines reproductivos), y lo vamos a bautizar como “hacerse un Kast”. A ver si le gusta.