Por Ajenjo

 

Estoy en el Bar Entrecopas, al comienzo de la famosa Subida Ecuador de Valparaíso. Estoy aquí frente a mi cerveza Sol, que la buenamoza garzona me trajo desde la heladera. ¿Por qué estoy aquí y no en el Moneda de Oro o en el Ritual?

Hay dos razones muy poderosas. La primera es que está al lado de un Teletrack, lugar de apuestas para las carreras de caballos. La segunda es que tiene una televisión por donde transmiten las competencias hípicas.

Entre las sucursales de Teletrack y los bares hay una amalgama muy poderosa, que los hípicos nacionales, que les gusta el cañón de alcohol (el 99.9%), la conocen a la perfección. Casi no existe Teletrack en Chile que no tenga un bar en su interior o que a pocos metros tenga un local independiente con una tele donde las quinelas, trifectas y exactas se gritan con tufo de vino tinto y piscola de dos lucas.

En Valparaíso visito dos de estos antros (lo digo con cariño, no en forma despectiva). El primero es Entrecopas, que ya lo había nombrado. Para más remate está camino a mi casa, por lo que a veces entro con la bolsa del pan y la mortadela lisa a degustar las heladas. Aquí lo que se vende es cerveza. A veces, cuando hay mucha emoción, salen combinados con blanca o negra, pero son las excepciones. El público es de la tercera, cuarta o quinta edad. Hay dos teles. En una siempre están las carreras de caballos. La otra oscila entre programas de animales (el público los adora) o fútbol. A veces pienso que el local fue un antiguo topless, ya que está lleno de espejos. ¿Quién sabe? La cerveza vale dos mil o dos mil quinientos, dependiendo de la marca. Todas de litro o de 700 cc. La atención es de lujo, muy especial. En los días de calor, si uno es parroquiano, le ponen su limón trozado y sal, para que uno mismo se haga la michelada. Atiende una sola garzona, que va rotándose. Al parecer son hermanas. A veces unas amigas les dan la mano. El ambiente casi siempre es festivo. Son los mismos rostros, en las mismas mesas, tirando las mismas tallas. A veces, cuando uno de los parroquianos se retira, la garzona habilidosamente coloca un pendrive en la radio desde donde sale la frase a todo pulmón: ¡andate conchetumare!, provocando la risa de todos los que estamos ahí. Una delicia.

El otro Teletrack que visitó es el que está en la Avenida Brasil. Es grande, de dos pisos. Voy al salón VIP (Very Important Person) donde me atiende el Turco. Me pido un vino blanco de cinco luquitas con hielo y estoy toda la tarde apostando. Aquí hay menos personas, pero el lugar es muy cómodo. Cuando me baja el hambre me pido un completito, que es exquisito. Aquí te meten más conversa y se comparten algunos datos, que nunca llegan a la meta.

Lo ideal para los hípicos de la zona sería ir siempre al Valparaíso Sporting Club a jugar. Ver los caballos directamente no tiene precio. Pero como no siempre se puede, por temas emocionales, sentimentales, familiares o laborales, los Teletrack y sus barcitos amigos son la mejor opción para pasar esta vida acompañada del programa, un lápiz pasta y las tremendas ganas de dar el golpe y gritar la victoria.

¡Suerte a todos los hípicos!