La primera corona no cayó lejos del árbol. De hecho, se podría decir que quedó en la familia guachaca. Porque resulta que el primer coronado del año, Pedro Valenzuela, pertenece al grupo de cuequeros que animan nuestras cumbres y eventos varios. Nacido en el seno de una familia campesina de Los Ángeles, aprendió a bailar cueca de chiquitito viendo a su papá, que todavía zapatea con más de 90 años. Hoy pertenece a un grupo de proyección folclórica donde cantan, bailan y crean, también es miembro del Sindicato de Folcloristas de Chile y suele ser jurado en campeonatos de cueca, aunque se gana la vida como vestuarista (es el responsable de los últimos looks de nuestro guaripola).

Sin embargo, no recibió la corona por bailar ni vestir a Dióscoro, sino por su arista solidaria. Ferviente católico, es miembro de Los Madrugadores, grupo de varones laicos que se reúnen periódicamente a orar temprano en las mañanas alrededor del mundo. En Chile hay más de cien comunidades y Pedro pertenece a la de la iglesia Santa Ana, en Santiago Centro. Pero no es puro rezo la cosa. También tienen un comedor solidario en la misma iglesia, que les presta el espacio, el agua, el gas y la luz. Por su parte, los madrugadores se consiguen los ingredientes para poder servir desayunos y almuerzos enjundiosos todos los domingos a quien venga con hambre. Pedro colabora ahí hace once años y asegura que nunca les ha faltado lo necesario para cumplir su misión. Con la pandemia, debieron cerrar dos semanas, pero ya reabrieron y llevan más de un mes consecutivo sin parar. La Iglesia les consiguió un salvoconducto del Ministerio del Interior para poder realizar sus actividades solidarias sin irse en cana. Son entre ocho y diez compipas los que llegan al alba a cocinar mientras la mayoría aún estamos atrapados en el quinto sueño dominical.

Los comensales son casi todas personas en situación de calle, a quienes normalmente atienden en el mismo comedor, aunque en estos días, por razones pandémicas, tienen que entregarles las cajitas de plumavit con comida a través de la reja. Otro cambio es que ha bajado la asistencia de los compipas que venían de comunas más lejanas, como Quilicura y Puente Alto; la contingencia les complica la movilización. Pero, en su lugar, han aparecido vecinos de los alrededores a quienes se les achicó la billetera con la cuarentena y la cesantía rampante. Por eso, también empezaron a repartir bolsas con víveres a domicilio una o dos veces al mes.

Solidaridad con distanciamiento.

 

Pedro es casado y tiene dos hijas grandes. Una de ellas, de 30 años, le ha pedido con lágrimas en los ojos que se quede en la casa a buen resguardo de un contagio, pero él no está dispuesto a abandonar su comedor. Dice que no hay vuelta atrás después de haber visto la desesperación en el rostro de quien pasa hambre.

Así que ahí sigue, a cargo del armado de cajas en la cocina cada domingo, siempre aplicando el criterio de “si yo no me lo comería, entonces no se sirve”. Espera con ansias que la situación se normalice para poder volver a ofrecer cortes de pelo gratuitos, reabrir el ropero (donde dan ropa a cambio de donaciones voluntarias) y almorzar con sus parroquianos en la misma mesa, como antes. “Uno no les da consejos, solo escucha. Son muchas las historias, muchos profesionales que terminaron en la calle”, cuenta.

Si todo sale bien, a fin de año podrán organizar otra vez la cena navideña anual para 300 patriarcas de la calle, con música en vivo y regalitos para todos. La idea también es seguir reclutando voluntarios para el comedor. De hecho, él reclutó a Marisol, la otra primera reina coronada en 2020, que también baila en el grupo de cuequeros. Ella lleva un año en el comedor madrugador de Santa Ana. Otros amigos prefieren hacer donaciones de dinero o especies, pero Pedro recomienda: “Si tienes un kilito de arroz para dar, mejor ven y prepáralo”. Vale la pena la experiencia.

“La gente de la calle muchas veces va por la compañía, para ser escuchados, para que alguien los salude. Uno pasa a ser parte de su familia. Es lo que me mueve. Esto no lo transo por nada”, dice el rey.